Las ineficientes auditorías por parte de los organismos competentes para supervisar el manejo fiscal y el comportamiento disciplinario de los empleados de las Cajas de Compensación Familiar le han permitido a las directivas diseñar a su amaño toda clase de estrategias para controlar a sus subalternos.
En pocas palabras podría decirse que ser empleado de Comfama es igual a pertenecer a un cuartel de adoctrinamiento en el que se le lava el cerebro a cada empleado con el objetivo de evitar que se traicione la misión y visión, mientras la cúpula utiliza el cuantioso recaudo de la entidad para beneficiar a familiares, adelantar negocios personales y ayudar políticamente a sus amigos, integrantes de la cosa pública.
Los mismos empleados comentan entre dientes que al que hable más de la cuenta lo investigan y que la “seguridad informática” vigila sigilosamente la plataforma de la Caja para saber de qué área, de qué computador y quién accedió a determinados aplicativos y pantallas para “caerle” en caso de alguna filtración de información.
Pese al adoctrinamiento y lavado cerebral, el año pasado, 2013 y ante la filtración de datos relacionados con las presuntas irregularidades, las directivas se idearon la fórmula mágica, una “cláusula adicional al contrato de trabajo” firmada por el Jefe de Gestión Humana, Andrés Blair, que debe firmar cada trabajador.
Palabras más palabras menos, la cláusula ordena que no se puede contar lo que se vea, debido a que se corre el riesgo de ser despedido por justa causa sin indemnización y demandado por una millonaria suma de dinero. Ver documento