Recibí una llamada telefónica de Felipe Mejía con el objetivo que concertar una cita para hablar sobre los inconvenientes que su familia tiene en la actualidad con el Director de Planeación Departamental de Antioquia Carlos Mario Montoya Serna.
Conversar con Felipe y su hermano Ricardo Mejía Velásquez me recordó ese pasado antioqueño revuelto de tradición, el buen nombre, el pedigrí y el genotipo que hace a algunos apellidos mejores que otros. Y lo digo a modo de anécdota porque pregunté de cuáles Mejías y Velásquez eran, porque en Jardín, mi tierra, existen insignes ciudadanos que llevan estos apellidos.
El comentario hizo que Felipe reaccionara instantáneamente al advertir que estos Mejías y Velásquez son del oriente de Antioquia y que no tienen nada que ver con el resto, por lo que dio a entender que su condición les cambiaba de color de sangre del cremoso e intenso rojo oscuro al suave y hermoso azul del firmamento. La condición “pequeño burguesa” entre seres humanos es la que nos hace diferentes y no hay ningún problema así a la hora de la muerte todos seamos medidos por el mismo rasero.
Yo, por ejemplo, provengo de una familia de campesinos al jornal, los Benjumea de la vereda Serranías y los Moncada de La Selva con características bastante diferentes, los últimos trabajadores y sumisos al patrón, los primeros con ese gen árabe de los Aben Humeya, descendientes de los Ibn Umaya hicieron lo propio con esa herramienta de trabajo pegada al cinto con una cubierta de varios ramales: “la peinilla”, conocida popularmente también como “machete”.
Cuenta la historia popular de mi tierra que hace unos 50 años aproximadamente mi abuelo paterno, aunque plebeyo, aportó para uno de los primeros avances en la medicina y cirugía nacional. Era un domingo en la mañana y como de costumbre los campesinos llegaban a la cabecera municipal, con el fin de comprar los víveres para el consumo familiar durante la semana.
En un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con machete en mano derecha y poncho mojado con cerveza en la izquierda, un par de hombres estaban resueltos a saldar cuentas. Mi abuelo cambió el ojo izquierdo por una mano derecha. El pleito generó que el recién fallecido médico Juan Crisóstomo Osorio propiciara una de las primeras cirugías más importantes en el país en la que pudieron volverle a pegar la mano a uno de los “peleadores”. Eso sí que es un aporte a la medicina y a la patria. Sigue…