El sábado estuvo absolutamente precioso. En la mañana el sol estaba radiante y el firmamento permaneció azul como una enorme fotografía imposible de ignorar, que además, hace reflexionar a los habitantes sobre la hermosa Villa.
Estaba feliz por el simple hecho de haber amanecido vivo y respirando. Me quité las lagañas, hice pis y me metí a la ducha. El 23 de agosto amanecí contento por vivir en la capital de la Eterna Primavera. Su gente, su gentileza, su cordialidad hicieron nuevamente en querer vivir mis últimos 50 años en la ciudad que me adoptó desde los años 90.
Antes del medio día me dirigí a la emisora con el objeto de participar en el programa de radio con mis compañeros de trabajo, estaba feliz, por primera vez no me importaron los trancones de la avenida 80, el exceso de semáforos en cada glorieta e incluso a los habitantes de calle que piden dinero en cada cuadra los vi inmersos en un exquisito preformance necesarios para la estética de la ciudad más innovadora del mundo.
En las horas de la tarde de regreso a casa, todo iba perfecto. Los aturdidores pitos de los buses de San Cristóbal, La América y San Javier se convirtieron en un coro celestial de notas musicales. ¡Qué bella es mi ciudad!, pensé.
Con uno de los compañeros de trabajo me dirigí hacía el barrio Belén por la carrera 84. Antes de alcanzar la calle 35 pleno barrio Simón Bolívar el semáforo estaba en rojo. Paramos y al lado quedó estacionado un automóvil Audi Blanco con vidrios polarizados.
Los vehículos, el nuestro y el Audi estaban muy juntos, aspecto que impedía el paso de los motociclistas por la mitad. De repente un joven de unos veintitantos años, con casco, chaqueta negra nos toca delicadamente la puerta derecha del copiloto y nos dice: -tengan la amabilidad y se corren un poco a la izquierda que vamos a atracar este señor de al lado…
¡Qué educación por Dios! ¡Qué es esa belleza! Dónde es que están educando a estos muchachos. Ese manejo del lenguaje y buenas maneras me hicieron sentir como un total gamín.
Mientras el educado joven nos mostraba su hermosa pistola nueve milímetros color negro, le respondimos al joven, -claro amigo, siga usted… Con vergüenza de interrumpir el duro trabajo de esos dos jóvenes emprendedores, me salí del carril, invadí el de los vehículos que venían en sentido contrario, me pasé el semáforo en rojo y estoy esperando que me llegue la fotomulta…