La fragilidad del proceso de desarme de las FARC, quedó en evidencia con la retención del General Alzate, y la inmediata reacción del Presidentes Santos, y al mismo tiempo se evidenció la fuerza e injerencia que sobre la población colombiana tienen los enemigos del proceso.
Las condiciones en que se generó la retención del general han dejado un inmenso mar de cuestionamientos y conjeturas que nunca serán aclaradas, y también cuestionan la sospechosa ligereza con la que actuó el presidente Santos, al presionar vía suspensión de la mesa de negociaciones, la liberación del oficial. Ligereza que además se hace menos creíble cuando solamente una semana antes habían sido retenidos por el movimiento subversivo otros dos soldados en el departamento de Arauca, hecho que en apariencia no significó nada para el proceso.
Deja también dudas y muchas, la inmediatez de la respuesta de las FARC, en el sentido de liberar, no sólo al General Alzate y sus acompañantes, sino también a los otros dos militares, después de la exigencia del gobierno.
En un escenario como el que hemos vivido, en que los tiempos de la guerrilla y el gobierno no coinciden, en que altos mandos de las fuerzas militares no habían sido capturados en ningún momento del conflicto y en que las liberaciones de los retenidos por las FARC se postergaban en el tiempo, incluso por 12 crueles años, que se dé una en cuestión de ocho días es completamente impensable.
Se pregunta uno si el acto acaecido con el general Alzate no fue una manera de mostrar ante la opinión pública la buena voluntad de las FARC, voluntad en la que los colombianos día a día creen menos, o si como lo han planteado otros analistas es un ejercicio boicoteador de los enemigos del proceso.
Lo que sí es cierto y creo que para nadie cabe la menor duda es que el hecho sucedido el pasado domingo 16 de noviembre en las goteras de la capital del departamento del Chocó, bajo ningún análisis es inocente, o asunto caprichoso del destino.
Ojalá el proceso en sí haya adquirido la madurez necesaria para que siga dándose bajo sus propios parámetros y a su propio ritmo, y que merced a esta jugada, atrevida desde la perspectiva de un jugador de póquer, no ceda al vaivén de las posibilidades que se abrieron.