Después de una semana de iniciado el paro de maestros en Colombia, el panorama es más oscuro que al comienzo. La Ministra de Educación ha salido con una sarta de mentiras a los medios de comunicación intentando descalificar el movimiento y ensanchando aún más la grieta existente con los representantes de los educadores.
El magisterio ha resucitado una lucha postergada hace décadas: la nivelación salarial. Para nadie es un secreto que históricamente en Colombia los maestros han estado mal remunerados, no sólo comparándolos con sus pares en el resto del mundo, sino también al hacer el ejercicio con profesionales del mismo nivel en el país. Muchos gobiernos han prometido la tan anhelada nivelación, pero todo se ha quedado en la hermosa y rimbombante poética de las campañas electorales.
El problema planteado por los maestros (que no es el único, también incluye la mala atención en salud del gremio, entre otros) riñe con el postulado inicial del Gobierno, quien ha resumido todo el petitorio docente al maniqueo problema de la calidad educativa, utilizándola como caballito de batalla para lanza en ristre atacar a los docentes.
Ha mostrado la Ministra cuya formación es completamente neoliberal y privatizadora que el asunto de la calidad educativa se reduce a un problema meramente aritmético: “hay que hacer que los estudiantes pobres estén en los colegios 8 horas diarias”, para Parody el asunto de estar 2 horas más en la Instituciones Educativas, solucionaría en gran parte la mala calidad de la educación. Pero peor que esto es la concepción de educación que se deja entrever en el discurso de la Ministra. Según ella, a los maestros hay que incentivarlos con bonificaciones de acuerdo a los resultados, es decir el producto (los estudiantes) que cumplen con los estándares de calidad (las mediciones amañadas), a la usanza de la empresa privada donde se recompensa al mejor trabajador: el que hizo más camisetas, más zapatos, el que pegó más botones por minuto, etc, etc, etc.
Olvida la señora Ministra que la calidad de la educación estriba sobre varias aristas y quizás la más importante de ellas sea la concepción de educación que una sociedad tenga. Y ahí entonces sale a relucir el problema de la nivelación salarial. En otras palabras, hace apenas un par de décadas los docentes de Colombia eran pagados con cigarrillos y licor ya fuera con los impuestos arrojados por la venta de estos productos o con ellos mismos. Hoy el sueldo de un profesor escasamente supera los dos salarios mínimos, la mitad de lo que devenga por ejemplo un administrador de una tienda de celulares, que en muchos casos no es profesional.
Es tal el desprestigio y la subvaloración que de la educación se tiene en el país, que el actual Director de Planeación Nacional, Simón Gaviria, siendo Senador de la República al ser indagado por la razón de haber firmado la conciliación de la cuestionada Reformada a la Justicia se atrevió a decir que no había leído muy bien, (en un país que valorara más la capacidad académica que el apellido del funcionario, ésta hubiera sido una razón más que suficiente para exigirle la renuncia, pero en Colombia quedó como una de las anécdotas simpáticas del que pasó de Senador a Director de Planeación Nacional).
La calidad educativa trasciende de lejos la remuneración de los docentes, cierto que un docente bien remunerado podría generar mejores condiciones educativas, pero de ahí a ser el punto neurálgico dista mucha distancia. Es evidente que la Ministra pretende trasladar la problemática de un gremio específico a un problema de proyecto nacional.