Por estos días he recordado bastante al aspirante a la presidencia Sergio Fajardo debido a que todavía existen dudas sobre la alianza que selló con babas con los senadores Claudia López y Jorge Robledo. Nos les funcionará, dos grandes egos no van ni al baño juntos…
Como diría el cura “Guarapero”: “más fácil pasa un camello por el ojo de una aguja, que un acuerdo serio entre el exgobernador y el líder del MOIR”. López hace parte de todo el espectáculo, y lo hace bien, no se puede negar, aunque no haya visto la foto de su amigo Alonso Salazar con alias “Memín” que la hizo pasar de agache en sus permanentes denuncias.
En Medellín hemos recordado a “Fajarkamón” tras conocerse los más de $15.000’000.000 (quince mil millones de pesos) que la Alcaldía tendrá que gastarse después que la ingeniería forense determinara que la Biblioteca España de Santo Domingo Savio, que él propuso, no solamente tiene problemas en la fachada sino también en su estructura.
Mi sensei Fernandito Vallejo a través de una carta le recordó a Fajardo «que no le fuera a decir majestad al Rey Carlos de España en la inauguración de la Biblioteca, que le dijera mejor doctor, por así se le dice a cualquier hijueputa».
Recordé a “Los fajardos” porque cómo les parece que disfrutando del periodo de vacaciones, al que tengo derecho, me fui con unos amigos a cenar a un restaurante de un centro comercial ubicado en la vía que conduce al aeropuerto José María Córdova.
Iba yo tranquilito, serenito, sumisito y descansadito y lo primero que veo en una mesa del restaurante es al señor Andrés Fajardo acompañado de su esposa, supuse.
Inmediatamente se me quitó lo tranquilito, serenito, sumisito y descansadito. Observé que tomaban vino tinto. Con mis invitados elegí la mesa contigua al constructor que adeuda más de $30.000’000.000 (treinta mil millones de pesos) en compensaciones urbanísticas al Municipio de Medellín, sin contar las culebras que tiene con accionistas de proyectos urbanísticos por sus incumplimientos como en “Soler Gardens”.
Empecé, muy fastidiosito a hablar más duro para hacerme notar y llamé por celular a un personaje y dije: “oiga por acá está Andrés Fajardo, ¿qué quiere que le diga?” cuando alcé a ver en la mesa de al lado estaba abandonada media botella de licor.