Admito que me gustan las coincidencias colombomexicanas. El aguacate, el maíz, los fríjoles, o frijoles, o frisoles, las rancheras, los corridos, las guascas, los politiqueros y ladrones de cuello blanco, los narcos y la delincuencia común hacen parte de lo que compartimos ambos países.
Al llegar a la ciudad de Guanajuato, en el Estado que lleva el mismo nombre, la arquitectura comparada con la de San Miguel no tuvo un cambio representativo. Eso sí, los precios en la comida callejera, restaurantera y artesanías en las ferias y almacenes cayeron hasta en un 50%. ¡Qué paguen los gringos, pero en San Miguel!…
Guanajuato es una ciudad con una población cercana a los 200 mil habitantes con una historia que se remonta a la época precolombina, llamada “MO-O-TI”, “lugar de metales” por los indígenas chichimecas. Posteriormente los aztecas llamaron a Guanajuato “Paxtitlan”, “lugar de la paja». Guanajuato deriva de “Kuanasïuatu”, «lugar montuoso de ranas».
Para resumirles el cuento que narró un guía turístico de 73 años que trabaja por caridad, durante la época colonial española Guanajuato alcanzó gran desarrollo debido a la explotación de yacimientos de oro y plata. La ciudad nació como asentamiento o poblado de explotadores de minerales para los “angelitos” españoles, que fueron sacados a empujones a comienzos del siglo XIX por el ejército insurgente de Miguel Hidalgo.