La política es mágica, nadie lo puede negar, permite amalgamas de los más disímiles materiales, une ideologías opuestas, filosofías contrarias, enfoques económicos absolutamente diferentes, relaciona la más rancia y tradicional oligarquía dominante con las nuevas generaciones de poder emanadas de la provincia y fortalecidas con dineros “non santos”.
Esa es la política colombiana. No es más. La actual contienda electorera, que por estos días define los potenciales candidatos para Senado y Presidencia es un claro ejemplo de ello:
Solo la política colombiana lograría sentar en una misma mesa al pedante Sergio Fajardo, a la alharacosa Claudia López y al punzante Jorge Robledo, mezcla que dicho sea de paso empieza a deshacerse por lo que todos ya habían dicho: tanto Ego junto no cabe en el Olimpo.
Ahora, con la misma facilidad con la que el sindicalista Garzón se unió al terrateniente Álvaro Uribe, la derecha, valga decir los de siempre, emprenden un camino “cogiditos de la mano”. Se encuentran en su postura ideológica probablemente y con toda seguridad en sus ansias desmedidas de poder, pero es una unión que llegará tan lejos como la descrita anteriormente.
Todos ellos, Uribe, Monseñor Ordóñez, Martha Lucía Ramírez (recientemente asaltada en su casa, pronto en su buena fe), y en cuerpo ajeno el más revolucionario de los últimos presidentes de esta Patria amada, Andrés Pastrana Arango, el que logró dejar sin pie el dicho aquel que rezaba “-¿cuál ha sido el presidente más malo de Colombia? –el que viene mijito, el que viene”. Pues ninguno tan malo como él, que dejó al país en ingobernabilidad por 8 años, y en ese momento no existía la reelección creada por el exgobernador de Antioquia para su propia conveniencia. Y digo que todos ellos quieren poder, pues se lo merecen y ninguno está dispuesto a trabajar por el otro.
Alvarito, investido por las cifras resultantes de su discurso populista, Monseñor enviado directo del Dios todo creador, y Martha Lucía (es una dama merece respeto) cuya principal arma son las revolcadas y cambiantes fuerzas armadas. Definitivamente la Santísima Trinidad, pero aquí no todos son capaces de ser uno.
Y por último otra que dejó a más de uno con la boca abierta: Petro y Clara López. Él generador de la primera gran ruptura que se dio al interior del Polo Democrático, ella, víctima de su linaje, él costeño arrebatado, ella cachaca de puro chocolate santafereño. Cursi canción de Arjona, otro pésimo símil.