Por Carla Ospina
En conversaciones de sexo siempre aparece la importancia del preámbulo. Para los enamorados de la eficiencia es suficiente: “It’s a match”, hola, ¿vives sola? Pico, botar el condón y chao. Funciona, mejor si hay intercambio de dinero, pero existen mujeres a quienes les gusta lo concreto y fácil. Satisfacer una necesidad, Rappi Tinder.
También están los eficientes en el amor, que dominan el arte de los juegos pre faena. A los hombres los hace sentir como el casanova conquistador, cuyas parejas se sienten halagadas en sus pasiones bajas por el proceso de caza, sobre todo cuando se acerca la espada.
A las mujeres igualmente les gusta seducir, en el sentido más amplio de la provocación, incitar con un tráiler de lo que se viene: mensaje en mitad de la mañana con la teta que estará disponible para ser chupada al llegar a la casa.
Existe todo un repertorio pre-parado, introitos pre coitos para cada gusto. Entre la literatura y el cine, que nos ha cagado en muchos aspectos, nos han vendido el ambiente velas aromatizadas, música suave, masaje con aceite de jazmín y sexo tipo Jane Austen, no sé a quiénes les gusta coger así, pero cada cual encuentra su placer en lo que quiere y puede.
Para otras puede incluir leer algo con la Maga, pero no pongan cara de qué vieja más rara, que los cronopios también nos venimos.
Cualquier kit de sexo decente tiene dados, “todostoman”, o cartas de Kamasutra, desde el “juguemos prendas” se advierte que estos juegos de azar, de azar no tienen nada, alguien siempre se está dejando ganar, alguien siempre pierde de buena voluntad.
Y ahora sí llegar al verdadero preludio porque hay muchos verbos antes de penetrar: bluyinear (verbo hermoso que hay que recuperar), bailar, besar, manosear, chupar, hurgar, mamar, morder, demorar, demorar el deleite, y empezar otra vez.