Como pez en el agua ha empezado a moverse el Presidente Duque, al lograr que la agenda del país gire en torno al terrorismo y el agudizamiento del conflicto con el ELN. Habilidosamente aprovechó la torpeza política del grupo guerrillero que obnubilado por el reconocimiento otorgado a partir de la desaparición de las FARC, ha empezado un camino de confrontación directa contra el establecimiento.
Duque, que como todos los áulicos del “fefe de fefes”, domina a la perfección el lenguaje de la confrontación y la amenaza, logró hacer olvidar a los colombianos el recuerdo de los desaciertos cometidos en los primeros meses de gobierno y hoy tiene el camino expedito para su actuar: Temas como la venta de un porcentaje de acciones de Ecopetrol, la fracasada reforma tributaria, el escándalo de Odebrecht y la relación de ese con el Fiscal Néstor Humberto Martínez y el grupo del poderoso Sarmiento Angulo entre otros, desaparecieron de la retina de la opinión pública.
Sin embargo, detrás de un falso nacionalismo mostrado en el discurso belicoso de Duque hay realidades que se van develando poco a poco. Por un lado la necesidad de crear un nuevo enemigo que valide la presencia de la ideología de derecha propia de Centro Democrático, para llegar como opción de poder a las elecciones territoriales, era perentorio, por el otro, en una Colombia en tránsito hacia la desmovilización de un segundo grupo guerrillero, los aportes de Duque serían mínimos, lo que implicaría la paulatina pero segura desaparición de su partido.
Es supremamente preocupante ver como Duque ha mostrado en su discurso que se cree el mayordomo del país, desconociendo, si no políticas de Estado, que sí, sí el trasegar histórico de ocho años de gobierno que llevó a la extinción de la guerrilla más fuerte de Colombia en su momento, desaparición que bien saben los copartidarios del partido de derecha, no se hubiera podido dar con la prolongación de la seguridad democrático por un periodo de gobierno igual al ejercido por su “fefe”.
Pero ahí no para el juego (por ser sutil), de Duque, una postura como la que muestra, envía un mensaje de terror para los miles de reinsertados de las FARC, que preocupados piensan cuándo será el momento en que al pataletudo le dé, de manera unilateral, por terminar lo poco que queda de las negociaciones.
En otras palabras, con su discurso, Duque le ha dado pie a los desmovilizados, a los que les incumple los acuerdos, para que desconfíen aún más del Estado y a los disidentes para que justifiquen su actuar, conllevando ello a que busquen cobijarse bajo el manto protector de la marca ELN.
Triste panorama el de Colombia, que hoy, además, se muestra ante la comunidad internacional, como un Estado desconocedor de los acuerdos y sin la más mínima estabilidad jurídica.