Imagínense ustedes que ese famoso hilo rojo del amor verdadero que se separa y se acerca fuera no del amor sino del sexo. Miles de cuerditas rojas que nos delataran a cada momento: uno caminando angelical con el marido que casi no consigue y esas cintitas apareciendo en el metro, en el supermercado, en la reunión familiar con la nueva novia del tío, sí, novia, porque hay épocas de exploración, comprendan.
Hace poco estábamos con otra pareja en un bar y mi chico y yo nos fuimos un ratico para el baño, un ratico es un diminutivo mal usado. Al volver a la mesa, mi amiga me pregunta: ¿Dónde estaban? Yo muy seria respondí: Pidiendo la cuenta. La cuenta nunca llegó y ella nunca se dio cuenta de la cara de bien servida que yo tenía.
Esas líneas rojas no existen y el miedo adolescente de que los papás descubrieran en uno la cara post coito no tiene fundamento. Eso nadie lo ve, porque la creación de los dioses es perfecta.
El caso es que vamos por ahí sumando amantes y examantes. Y uno va inocente sin saber con quién le ponen los cachos.
Agradezcan que no viven en Tailandia, el país más adúltero del mundo con 54%. En Colombia sólo el 27% confiesa que es infiel, pero nosotras las mujeres colombianas, infieles pero honestas: 59.3% declaramos haber engañado a la pareja una o dos veces.
Ustedes gritando a cuatro vientos que las microinfidelidades son graves y motivo suficiente para terminar una relación, deberían cuestionarse si dar like o fav a lo que publica una persona o varias, ser coqueto con alguien que no conoces en la vida real y que sólo identificas como @algo, realmente puede considerarse una traición.
Algunos necesitan esa osadía en redes pero son incapaces de actuar en la carne, algunos admiran y están pendientes de perfiles del sexo opuesto y del mismo sexo, ¿eso significaría que, además de infiel, su pareja es bisexual? No lo creo.
Dejen a los niños y las niñas en la adultez jugar con clics, son sólo eso, clics y no clítoris. Es mejor que estén mandando nudes, fototetas y fotovergas a perfiles que viven a kilómetros de distancia y que lo más probable es que jamás se atrevan a decir ¿Pola o miedo?
Las estadísticas no mienten (las políticas sí pero las de Tragando Polvo, nunca) y piense en su grupo cercano de diez parejas, veinte personas, imagine ahora cuáles de esos son los seis desleales y de esos seis perros, quiénes son los tres que tienen sexo con un amigo o amiga; si usted no es uno de esos amigos que se está comiendo a otro amigo, es muy posible que su pareja sí lo sea. Ahora quisiera que el hilo rojo fuera visible, ¿cierto?…
