Cuando regresaba de Brasil a eso de las 9:00 de la mañana me fui a desayunar al nuevo Sancho Paisa, ubicado en inmediaciones de la glorieta del Aeropuerto José María Córdova.
Desentendido y cansado por un vuelo largo en el que es imposible dormir bien, quise disfrutar de una buena arepa de mote, queso y chocolate. El sol estaba brillante y el pavimento mojado, el conductor que me transportó del puerto aéreo hacia el parqueadero donde dejé el vehículo en el que cotidianamente me transporto comentó que no había parado de llover en toda la noche.
Llegué, el restaurante que estaba casi vacío, sólo dos parroquianos esperaban las viandas que habían solicitado al mesero con anterioridad. ¡Qué sorpresa!, eran el exsecretario de cultura ciudadana de Medellín, Jorge Humberto Melguizo Posada con su cuñado. Me miró y le miré, nos saludamos. – Hola Rubencho, me dijo. Hola Jorge, le dije. Te presento un cuñado, acotó; -mucho gusto, contesté…
Como no sé la manera de reaccionar cuando me encuentro con un fajardista saludador, me limité a preguntar sobre cómo iba la vida, que en qué andaba…
-En Comfama, contestó, el también excandidato a la Alcaldía de Medellín al terminar el mandato de Sergio su exjefe. -Muy tranquilo y desentendido de todo lo político desde hace unos ocho años, agregó Melguizo, a quien vi tranquilo, sosegado y meditativo. Me dijo que no veía esperanza alguna en la actividad política y electoral, que la había perdido.
Jorge tiene porque sentir desesperanza. Cuando fue candidato a la Alcaldía, el mismo Sergio Fajardo lo sacó a sombrillazos de su aspiración por apoyar la candidatura de Alonso Salazar, hecho que generó la popular carta de Melguizo en la que aludiendo a la película “La Estrategia del Caracol, les dijo a los fajardistas que ahí les dejaba la hijueputa casa pintada”…
Yo la verdad, durante esa corta conversación, le dije que no esperaba nada de la actividad política, y que siempre, cada cuatro años, eran los mismos con las mismas. Me despedí y fui a engullirme la arepa.
A la salida Jorge Melguizo y su cuñado todavía permanecían en el restaurante. Me acerqué y le dije que mientras comía la arepa, el queso y el chocolate me quedé pensando en el asunto de la esperanza. Le dije que no la perdiera tan pronto, que por lo menos, en Colombia, todavía tenemos a Esperanza Gómez…