El ambiente de tensión que ha vivido el País después del anuncio de las centrales obreras, de convocar a un gran paro nacional justificado en la andanada de medidas económicas, todas impopulares, ha producido reacciones desmesuradas en varias instituciones y ciudadanos.
Grupos de antimotines de civiles anunciando el “cuidado de la Patria” fueron la respuesta por redes sociales a un sospechoso video también viralizado de esta manera, en que un encapuchado daba instrucciones para desestabilizar la democracia colombiana.
Como si estuviéramos en Chile o en Bolivia, las instituciones asumieron que se venía la gran revolución colombiana, olvidando nuestra anquilosada tradición borrega.
A tal punto llegó el miedo popular, que el pasado martes 19 de noviembre la aparición de un maletín sin dueño en la estación San Antonio del Metro, generó su evacuación. Cuentan los sufridos viajeros que la orden apareció de la nada “desalojen la Estación” decían los policías bachilleres, invadidos de un terror que emergía en sus ojos.
Los bancos decidieron, al estilo gringo cuando el país es asolado por un huracán, cubrir con madera las vidrieras para evitar que los “peligrosos” capuchos hagan su agosto en diciembre.
Hilaridad generó la recurrente presencia del incapaz en medios de comunicación y redes sociales, aclarando de manera afanada una a una las razones justificadoras de la protesta del 21N.
Y como resultado de tan desproporcionado bombardeo mediático una conclusión: el gobierno creó pánico generalizado en la población promedio y será responsable de todo lo que suceda en la realización de la protesta.