A ver. Me siento en una especie de obligación moral (realmente no sé bien a qué se refiere esa expresión, pero la usaré) con los lectores, esporádicos y algún asiduo que haya, de hacer precisiones con relación a la columna anterior llamada “esfuerzos ingentes”, que a su vez hace parte de una serie que tiene una unidad temática.
En primer lugar, no he dicho nada nuevo, ni secreto y mucho menos el resultado de un profundo estudio científico de la política colombiana, pero es una realidad que nadie, ni los más recalcitrantes seguidores del expresidente Uribe podrán negar: la vigencia de su partido, Centro Democrático, expiró.
Y las causas son múltiples, quizás la más notoria e importante es la incapacidad del presidente Duque de gobernar. Iván Duque contó con suerte, la pandemia disfrazó, de alguna manera, su incapacidad y las consecuencias de ella en la vida del país del Sagrado Corazón de Jesús, pero disfrazar no es ocultar y mucho menos evitar.
Al abismal desacierto de Uribe de imponer al país la presidencia de Duque, hay que sumar un factor muy reciente que demostró el derrumbamiento de su poder: la privación de su libertad y no per se, sino y más, por el erróneo manejo que de una situación tan embarazosa hicieron él y sus seguidores.
La decisión de la Corte Suprema de Justicia afectó al expresidente en lo más profundo de su ser y el de sus áulicos. El personaje impoluto, visto por muchos como casi santo, se derrumbó por el fallo judicial. Nacional e internacionalmente su imagen se fue al piso y su renuncia al Senado hizo que la altivez desembocara en impotencia.
Lo peor es que la estrategia del exsenador no salió del todo como esperaban, por un lado, logró que se levantara la medida de aseguramiento en su contra, pero sobre la nueva decisión y el papel que jugará la Fiscalía en el segundo round del proceso del ya salido de la detención domiciliaria, se creó un manto de duda muy oscuro, que lejos está de permitir ver su inocencia o limpiar su imagen.
Nada de esto es secreto, ni lo he inventado fruto de mi posición antiuribista, mamerta o izquierdista, es una realidad que nadie podrá negar. Tan evidente es el desplome de Centro Democrático, que en su afán de no caer se han hundido más y con ellos a lo que queda del país que dicen amar, por eso el apelativo de partido sepulturero.
Y no hay que buscar mucho para ejemplificar lo dicho, en un acto sin precedentes, el embajador de Colombia en los Estados Unidos de América generó la percepción en ese país de que el gobierno colombiano buscaba influir en las exóticas elecciones presidenciales que se llevaban a cabo. Rompiendo con la añeja costumbre bipartidista que ha marcado las relaciones de los dos países.
El acto irresponsable de Santos, el embajador, es eco de muchos otros intentones de miembros de Centro Democrático que prefieren dejar a Colombia “chilingueando” de un hilo que aceptar la verdad que se cierne sobre ellos.
Para terminar con este “panfleto”, dirán algunos, la llamaré nota aclaratoria, me escudaré en el paso inclemente de los años y su depósito en los ladrilludos pero agradables libros de historia que cuentan que la duración de un caudillo en el gobierno es de veinte años, verdad meridiana en este caso, superar ese tiempo según los reportes, convierte al caudillo en dictador. No lo digo yo.
Álvaro Uribe Vélez el expresidente, exsenador y ex… dejó pasar el tiempo de su retiro. Su tarea, gústenos o no había quedado bien hecha. En su momento muchos de sus actuales críticos, lo admiraban y reconocían en él el mandatario que este país necesitaba. Decidió quedarse y hoy sufre en carne propia, no como espectador (erróneo para él que no se escriba con x) como debió ser, la debacle a la que es sometido su partido e incluso sus principios por los que muchos se inmolaron políticamente.
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Es increíble que una sociedad politice un acto tan atroz cometido por las fuerzas del orden como dejar que nueve prisioneros mueran calcinados dentro de una celda. El hecho ocurrido hace dos meses ya debería haber sido esclarecido por las autoridades competentes por el bien mismo de la Institución, y hace mes y medio o más ya el Ministro de Defensa debería haber ofrecido disculpas a las familias y al país.