Desde que tengo recuerdo de mí ser, he pensado en no tener hijos, en un principio por un embeleco ecológico, creía y todavía, que este pobre planeta no resiste más gente produciendo comida, buscando petróleo, tumbando árboles… qué sé yo. Luego ratifiqué mi “desdeseo” desde lo político, ya hay, conmigo, mucho hijo de puta en este mundo para traer otro y hoy ratifico todo lo anterior.
Sin embargo, siguen habiendo hijos, hijos de famosos y de no famosos, hijos famosos y no tan, e hijos. Los hay delfines y manados del azar, los hay sanos, juiciosos y calaveras, alegres y depresivos, pero todos hijos.
Y con ellos, lo digo desde el burladero, ese lazo que los une con los padres que también los hay de todo pelambre, y que en muchas ocasiones es casi irrompible y entonces aparece esa dependencia malsana que evita que el vástago emprenda el vuelo, que sea como sea, como quiso ser, como le tocaría ser.
Relaciones padres hijos que se trenzan en dolores, en un tira y afloje vicioso: hoy de amores, mañana de dolores. Nuestra cultura ha hecho de esa relación natural, una patológica. Viejos bajo el abrigo de los taitas, bajo la tutela de brechas generacionales, hijos sepultados bajo el alud de insatisfacciones y frustraciones de sus engendradores.
Nuestra cultura, soportada sobre el miedo a todo, ha cultivado hijos irresponsables, cobardes, irrespetuosos, creedores de merecer todo sin ningún sacrificio, y padres deudores, que tienen que ser los proveedores a ultranza de las satisfacciones. Algo así como modernos pecados originales.
Los hijos de nuestra cultura han sido convertidos en el blanco de todo: de lo bueno y lo malo de lo grande y lo chico, de lo posible y lo irreal, de lo que se puede y de lo que no.
Mientras en otras culturas los hijos tienen la ventana abierta para el vuelo, en la nuestra, a medida que pasan los años, el temor a la soledad de padres que volcaron su vida a cobijar los temores y deseos de ellos, hace que se creen cárceles de sueños.
Muchas veces miro esos hijos y pienso en lo duro que debe serlo en estos tiempos, siempre miro esos hijos y ratifico que no ser padre ha sido una acertada decisión.
ESTRIBILLO:
Siguen las metidas de patas de Claudia López cuando se refiere a los venezolanos. No ha entendido ella que, aunque muchísima gente piensa lo mismo, prefieren callarlo que comprometerse, prefieren aprovechar el “papayazo” que ella da (No me refiero a Fajardo).