Por estos días ando con la “defensa” bajita por causa de la segunda dosis de Pfizer que me ha generado un par de dolencias que me tienen incómodo, “con putería”, como decimos en Antioquia.
Con esta “putería”, voy a desahogarme por lo que me genera lo ocurrido en mi tierrita Jardín, Antioquia, el pasado fin de semana, donde lastimosamente fue asesinada una turista checa que se encontraba en compañía de su novio británico.
Unas de las cartas del Tarot, esa fantástica herramienta mezcla de sensación, intuición y método, bastante incomprendida es: La Muerte, que la mayoría percibe, asimila, se refiere y evidencia a través de la acepción más común, la física, independiente de como sea su causa, una enfermedad, un accidente o un hecho violento.
La Muerte, además de ser el tránsito para cambiar de “estado”, se convirtió en el acto más simple y llano en nuestra cotidiana cultura violenta.
Afirmé algo sobre el asesinato de esa muchacha extrajera y la respuesta ratificó que una muerte violenta en Colombia, en Antioquia se convirtió en un suceso tan cotidiano como hacer mercado, ir a la peluquería o subirse a la buseta para ir al trabajo.
-Oíste, que vaina lo de la muchacha checa que mataron en Jardín, afirmé. -Ah sí, eso pasa todos los días, me respondieron de la manera más natural y desprevenida.
El asunto es que, mientras me ponía unas “compresitas” para el dolor tan ¡HP! que me genera una fractura de muela que me tiene viviendo en 3D, la respuesta me puso a pensar más de la cuenta.
Llamé a un par de amigos de mi pueblo a escuchar que comentarios tenían sobre lo sucedido y todos coincidieron con la versión que ratificó el general Gustavo Franco, comandante de la Región 6 del Valle de Aburrá, Chocó, Córdoba y Urabá. El noviecito inglés es el principal sospechoso del asesinato de Anna Tinterova de 25 años, el viernes 24 de septiembre en la vereda La Casiana.
Lamentable el asesinato de esa muchacha turista en uno de los municipios más bonitos del país al que le han cambiado de vocación económica unas tres veces los últimos 30 años, de cafetero a agrícola, de agrícola a turístico…
Una muerte violenta para quienes la hemos padecido, la de algún familiar, un amigo, no es semejante a cepillarse el cabello o tramitar la sacada de una muela, incluida raíz y millonaria corona.
La muerte violenta de alguien amado duele tanto que no se siente nada, es peor que la anestesia pa’ la muela, se empieza a sentir alguito cuando se adquiere conciencia y eso se demora tantico…
Lo otro que me pone a pensar es que tiene que ser la muerte de un extranjero para que, por lo menos, las autoridades se sacudan. La policía anunció la creación de un cuerpo especial, integrado por uniformados e investigadores de la Fiscalía, quienes estarán a cargo de las labores que permitan hallar a los responsables del homicidio.
No sé qué clase de ciudadanos seremos los nativos de la subregión, de la región y del resto del territorio, pero lo cierto es que de primera no somos.
Podría manifestar que los últimos 4 o 5 años en Jardín como en varios de los municipios que integran el suroeste de Antioquia, el evidente conflicto entre bandas ilegales armadas que se disputan el territorio como corredor hacia el Pacífico para el transporte de drogas, además, del control de las plazas de vicio, han elevado las muertes violentas en la subregión.
Jovencitos sin oportunidades, integrantes de familias humildes, disfuncionales, en pésimas condiciones económicas y afectivas, marginadas a perpetuidad por el Estado y por los recientemente denominados “gente de bien” son los que están enterrando estos muchachitos, debido a que la opción más cercana es armarse para sumarse a las filas conflicto.
Puede que sea el dolor de muela lo que me tenga hoy pensando distinto en el sentido que, para lograr, por lo menos, -atención-, sea necesario hablar inglés, portar pasaporte azul y dólares, pero creo que se me pasará, una vez hagan la extracción.