La semana anterior se hizo viral en las redes sociales el video de una mujer, muy atractiva ella, que, en lencería bastante sensual, era paseada por un joven (según dicen extranjero) asida por el cuello con una cadena por las calles del barrio el Poblado, específicamente en el sector de Provenza, en Medellín.
Seguramente el video que según cuentas era publicitario, no hubiera tenido tanto éxito de no ser por unas “personas de bien” que escandalizadas increparon a la mujer que se dedica a hacer contenidos para adultos en internet y al joven que es un influenciador en su país, por indecencia y apología a la prostitución.
Como comentario al margen, quedaron más mal las “personas de bien” que la novedosa y atrevida pareja, pues el escándalo devela la real calaña de los que se autodenominaron custodios de la moral y las buenas costumbres.
El performance publicitario y el simultáneo escándalo moralista muestran la realidad que vive la ciudad de la eterna primavera cuando, como traído de los cabellos, nuestros líderes, decidieron cambiar la vocación económica de la comarca de industrial a una “ciudad de eventos”.
Propagandas en medios masivos de comunicación vendieron a Medellín como el lugar ideal para la realización de eventos de todo tipo, mesas de negocios, proyecciones de la moda, comercio y diversión.
Pero Medellín se quedó corto en el cambio, nuestra infraestructura en cuanto espacios para la realización de eventos es demasiada reducida, la oferta cultural brilla por su ausencia, no tenemos parques que inviten a un turismo familiar y mucho menos una ciudad con historia, lo que sí tenemos es mujeres hermosas, algunas acostumbradas a los mimos de las mafias, y una variada oferta de drogas alucinógenas herencia maldita de nuestros mundialmente conocidos carteles de narcotráfico.
Pese al esfuerzo, hay que reconocerlo, de Fico y de algunos, pocos, empresarios de la noche en cambiar ese imaginario frente a la ciudad, son la prostitución y el mercado de drogas ilegales el principal atractivo de Medellín en el mundo, es a lo que vienen los extranjeros y es lo que han aprovechado algunos empresarios del “clúster” restaurantero y de rumba para el éxito de sus negocios.
A esto hay que sumarle que hay empresarios y según los entrevistados protagonistas del escándalo, el mismo Alcalde, de estos sectores económicos que buscando aislarse del señalamiento, en postura de ellos, vulgar, ordinario y peligroso de la prostitución se están creyendo dueños de las calles de la ciudad, están privatizando las aceras y vías de Medellín reservándose el derecho de admisión, no solo en sus establecimientos sino y más en los lugares de tránsito que hasta hace poco eran públicos.
Prohíben el paso de ciudadanos “no gratos” por los alrededores de sus establecimientos en una clara evidencia de discriminación social y cultivan un odio de clases a partir de sus discursos señaladores enmascarados en sus buenas maneras y en su defensa de las familias y las buenas costumbres.
El suceso del video muestra como Medellín se convirtió en una ciudad totalmente clasista de la que unos cuantos se creen sus dueños e igualmente creen tener el derecho para imponer y defender las “normas de comportamiento ciudadano”, mientras la mayoría de los habitantes son relegados cada vez más a sectores deprimidos y aislados de la sociedad.