Tras la derrota electoral sufrida por los sectores políticos retardatarios y hegemónicos en Antioquia, volvió a ponerse de moda la exótica idea de “Antioquia federal”, que traducida en palabras menos necias significa que Antioquia debe separarse del resto de Colombia, a una suerte de independencia basada en ilusorias superioridades que les son injustamente limitadas a los paisas.
Mientras muchas personas, incluso con destacada formación profesional, tramitaban sus frustraciones electorales a través de la reedición de semejante disparate, el electo presidente Gustavo Petro anunció la designación del exsecretario de gobierno de Medellín, Esteban Restrepo, como responsable del “empalme para las relaciones presidenciales con Antioquia”, como queriendo dar una segunda taza de caldo no querido a los perdedores, sin calcular que con ello, que también está disparando fuego amigo a muchos de sus electores en la región, hastiados de la taza envenenada que representa la gavilla de oportunistas que (mal) gobierna a Medellín.
El discurso “independentista” es una verdadera pesadilla, pues aparte de basarse en una falsa idea de superioridad regional, termina posibilitando que a todos los habitantes de la región se nos termine estigmatizando como sus promotores, siendo realmente iniciativa de muy pocos pero ruidosos incapaces de enterarse que las independencias en el mundo están precedidas de profundas consolidaciones de verdaderas nacionalidades, y no de simples regionalismos, y de muy complejos y prolongados procesos sociales de emancipación por razones de necesidad de autonomía y de defensa de muy determinadas identidades culturales, y no del hecho de perder unas elecciones.
Para otros antioqueños es una verdadera pesadilla la alcaldía de Daniel Quintero (no sólo para los “independentistas”), pues las encuestas muestran a gritos que se trata del alcalde con la peor favorabilidad histórica, y, además, el comportamiento electoral en Antioquia cada vez más evidencia el crecimiento del voto de izquierda y de opinión, donde se encuentra una porción importante de electores arrepentidos de haber apoyado al propio Quintero, que fueron los verdaderos artífices de la crecida de Petro que no se tragan el cuento de “Antioquia Federal”.
El panorama para buena parte de los responsables de la transformación electoral en Antioquia es bastante desconsolador: mientras el sector electoral perdedor vocifera sobre fantasmagóricas gestas emancipadoras, el sector ganador anuncia que las relaciones de empalme con la región serán a través de la versión 2.0 de la politiquería local, representada en una camarilla de vendedores de humo que lo único que nos están dejando es el incendio.
Por el bien de la región es indispensable que alguien que de verdad conozca sobre los detalles de las dinámicas locales de la política le hable al oído a Gustavo Petro. Tal vez sea hora de que el electo presidente se siente más con personas como Luz María Múnera que con personas como Álex Flórez.
No se trata de que castigue a sus aliados “quinteristas” porque su evidente sacrificio a favor de la campaña presidencial (medio gabinete dejó de gobernar para irse a hacer campaña y el propio alcalde terminó suspendido) les debe permitir un papel importante en el nuevo gobierno, pero por simples razones de justicia y hasta de conveniencia para el nuevo gobierno y para Antioquia es indispensable que Petro no le entregue su representación únicamente al “quinterismo” porque lo único que conseguirá es invisibilizar y desmotivar al electorado verdaderamente responsable del cambio en Antioquia, que se necesita para superar la pesadilla de los falsos federalistas, pero también la de los falsos independientes.