jueves, septiembre 19, 2024

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ENTRE PAISAS

paisasSiempre he dejado al lado el regionalismo paisa. Esa actitud elitista ha hecho que en diferentes partes del país nos tengan, en cierto modo, bastante resistencia. ¡Ay qué pereza esos paisas tan bullosos, tan vulgares, tan chicaneros y sobradores, tan hablantinosos!…

Pero a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. El ingreso de multinacionales a Medellín ha traído, además de productos y servicios, personas de otras partes del país a trabajar que no entenderán nunca la manera en que vivimos en la montaña.

Como será de rica esta tierra que a Medellín han llegado bogotanos, boyacos, tolimenses, huilenses, pastusos y costeños para evitar mencionar la cantidad de argentinos mochileros que hoy se adueñan de los semáforos de la ciudad, arrebatándonos el “empleo” para los nacionales. Saltimbanquis, magos y cantantes he visto…

Permítanme un poco de sinceridad. Algunos de esos bogotanos, boyacos, tolimenses, huilenses, pastusos y costeños el “servicio al cliente” lo tienen en los jarretes y en eso, los paisas damos cátedra…

Las últimas tres veces que he visitado Cine Mark en el Centro Comercial El Tesoro han sido nefastas. Me he sentido a punto de reventar por la pésima atención de uno de sus empleados, que en vez de solucionar problemas los genera. Claro, no es paisa, por su dicción podría jurar que es del interior del país.

El jovencito no ha llegado a los 30 años de edad, usa lentes para el astigmatismo y es más alto que yo, pero estuve a punto de darle en la jeta. El primer caso fue con una botella de agua, imposible ingresar a la sala de cine con dos tragos de agua. De haberlo hecho, lo más seguro es que la economía de la cafetería de Cine Mark hubiera colapsado. Como era la primera vez me aguanté.

La segunda vez compré la boleta a una chica de la taquilla que siempre quiere venderme unas galleticas para ajustar su salario. La jovencita, encantadora, me entregó un boleto de una película que ya había pasado. A las 7:00 de la noche me vendió una boleta para cine a las 6:20 de la tarde, pensado que era para las 9:20 de la noche.

Vuelva a hacer el reclamo. Aparece el mismo tipo, de gafas, flaco, a quien se le dificulta mover la mandíbula. –Vaya allá a ver si se la cambian. No dije ni mu, pero la chica quien aceptó la equivocación cambió el boleto sin contratiempos.

Con la tercera vez tuve un ataque de epilepsia y me tragué la lengua. Compré el boleto que iba a pagar con $10.000 (diez mil pesos), pero el billete tenía una cintica en una de las esquinas.

La cajera me dijo que no podía recibirlo, el mismo flaco estaba al lado, el de gafas, de menos de 30 años. La chica solicitó autorización para aceptar el pobre billete y el miope hizo un gesto negativo.

Eso no pasa cuando la atención y servicio al cliente la tiene un paisa. ¡Un antioqueño te quita el billete así sea falso ese hp con cinta y todo!, te soluciona el problema, te hace sentir bien como en casa, te atiende bien con tal de no dejar escapar un cliente porque sabe y entiende que de 10 mil en 10 mil se hacen millones.

Lo contrario sucedió en la Librería Panamericana que tampoco es de empresarios paisas. Fui a comprar un mouse para la PC. También trabajan personas de otro lado. La misma vaina, hay que bravear hasta al putas pa’que te atiendan. Pues en este negocio, el vigilante, oigan, el guachimán me llevó a la vitrina del accesorio que iba a comprar, me los explicó, me presentó características, precios y bondades al punto que compré uno, por mi lo nombro de gerente. Total, era un paisa…

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Ruben Benjumea
Soy periodista por vicio y bloguero por pasión y necesidad. Estamos fortaleciendo otra forma de hacer periodismo independiente, sin mucha censura, con miedo a las balas perdidas, pero sin cobardía.