La desmovilización de las FARC, ha dejado un gran vacío en varios escenarios de la vida del país, pero quizás el más notorio en la actual coyuntura política es haber dejado sin validez muchos discursos que habían cimentado su actuar en el odio generado por las acciones y existencia del extinto grupo subversivo.
El escenario político nacional está enrarecido y harto complejo. El desespero de Álvaro Uribe Vélez y sus áulicos, al ver como el discurso en que basaron el [supuesto] éxito de su gestión presidencial se desvanecía en los, aun crudos, acuerdos de la Habana, los llevó a la creación de un absoluto fantasma, un espectro salido de lo más recóndito y absurdo del pensamiento político: el Castrochavismo. Leyenda esta que se alimentó de nuestra ignorancia, de nuestro pensamiento “lórico” creado en una educación repetitivista, y que se afianzó en la cristiana necesidad de tener un mesías salvador.
Hoy, la desmovilización de las FARC, nos tiene más cerca de un país sumido nuevamente en una violencia partidista como la comenzada en 1948, que de uno con un camino expedito para el desarrollo y la prosperidad.
Lo sucedido el fin de semana a Gustavo Petro en Cúcuta, trajo a la memoria los horribles años 50 en que Liberales y conservador se enfrascaron en una lucha sin cuartel y que terminó a la postre con la creación del nefasto Frente Nacional, el mayor exabrupto de una democracia, finalizado en 1970 con el periodo presidencial del Padre de Andrés Pastrana, Michael Pastrana.
No estamos lejos de repetir ambos escenarios sociopolíticos de la historia reciente del país, toda vez que en la actual contienda electoral hay descendientes directos de los protagonistas de aquella y un fantasma igual: el comunismo (años 50) y el Castrochavismo.
De tiempo atrás se han venido escuchando voces que claman por un pacto político, bien desde una asamblea constituyente o desde un acuerdo partidista, ambas posibilidades con un fin común, mantener la hegemonía de los mismos por otros 200 años.
No es gratuito que quienes han creado los molinos de viento para justificar su existencia sean los mismos que proponen una reforma que, claro está acabe la insipiente democracia existente y les permita continuar con el dominio del país, algo así como crear el virus y luego cobrar por el antivirus.