lunes, diciembre 23, 2024

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NO ME COMEN PORQUE SOY DIVERTIDA

Por: Carla Ospina

La verdad es que no supe leer las señales. Cuando nos comprometimos nos dejamos de comer hasta el matrimonio para hacer una ofrenda, a mí me pareció romántico. Después de esos meses de sequía, en la luna de miel me dieron como a rata en balde y quedé en embarazo. Cuando la niña ya no era tan bebé, él llegó de la oficina y lo cogí contra la pared, me dijo que era una comehombres. Comehombres, no. Comehombre, me lo quería comer a él, que era mi marido y me gustaba, todavía me gusta, es papacito. Puede que sea comehombres pero bruta no soy, y si no puedes contra el enemigo, únete a él. Lo empecé a acompañar a la palabra.

Se vale el sexo procreativo, así que dije que quería otro hijo, y entonces va. Adaptarse al discurso no es tan difícil, sobre todo para las mujeres, que pasamos de ser fanáticas del fútbol a pasear en moto según al que nos estemos montando. Yo tomaba nota y llegaba a organizar: si la cama es el altar para tener relaciones sexuales, pues mi casa iba a tener el mejor puto altar; no haber tenido Pinterest: tips para el altar sexual. Fue una buena época, él estaba metiéndolo para ser papá y yo estaba teniendo sexo matrimonial regular, cada mes porque era para tener hijos, ¿se acuerdan? Después del segundo retoño, me enfermé y me sacaron la matriz, ahí si se vino, se vino la debacle.

También se vale el sexo unitivo: para unir a la pareja, para que el otro no se aburra y el matrimonio no se vaya para el carajo. Se imaginan ustedes, yo de treinta y pico, con los hijos ya durmiendo derecho y un altar subutilizado. Con esta «gana» teniendo que orar antes de coger: me creía Madonna con atuendo de monja sexy rezando por un orgasmo. Son escasos los orgasmos sin sexo oral, ¿no les había dicho? No se permite mamar porque no es ni procreativo ni unitivo. Y no vale tratar de explicarles que no hay nada más unitivo que tu lengua en mi clítoris o tu pene en mi boca. Esa gente no entiende de estas cosas. Y a mí me parece comprensible que alguien de otra época renuncie a ese placer pero uno que ya sabe lo que es eso… están pidiendo demasiado. O al menos, demasiado para mí. El caso es que mi marido no me come porque soy divertida, porque me gusta todo, los disfraces, la parafernalia, los juegos, y eso en su cabeza no está bien.

Pero no lloren por mí, porque no soy una mujer varada, y puse atención cuando lo acompañaba: él no puede divorciarse y yo no me quiero ir. Así que busco mi placer en otro lado, para una mujer es fácil conseguir: en el trabajo, en la calle, en salas de espera, por ahí; a veces, como dice una amiga: merco en Tinder. Llego a mi casa a besar a mis hijos con la misma boca que acaba de tener un pene adentro. Nunca me pregunta nada, supongo que cree que se me quitaron las ganas. Él sale a orar con nuestros hijos y yo me quedo masturbándome en el altar.

Esto es un matrimonio que no se consume, es decir, yo consumo por fuera; él, no sé. Sé que no se va, ni me echa, porque meterlo es pecado pero sacarlo también.

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