A raíz de los sucesos acaecidos los últimos días en los que las autoridades policiales se han visto inmiscuidas de manera directa en homicidios, y que hoy tienen totalmente indignados al país, un Congresista del glorioso partido Centro Democrático, en entrevista radial dijo que: “la violencia no se puede contrarrestar con más violencia”, omito el nombre para no contribuir a que dicho personaje sea declarado persona no grata en las huestes de ese partido.
Lo sorprendente del asunto no son las declaraciones políticamente correctas en los actuales momentos, sino la fuente de ellas, un miembro de un partido que con mentiras se encargó de llevar a la población en contra de un proceso de paz que con sus imperfecciones era mejor que la guerra que se vivía y que la que se está viviendo ahora.
Y es que entender los hechos en que agentes del orden reducen y dejan agonizante a un ciudadano con una “pistola” de choques eléctricos, o en que disparan a la turba con sus armas de dotación de manera directa o en que entran a la casa de algún muchacho y lo sacan a punta de bolillo (perdón de bastón de mando), como hechos aislados es por decir lo menos, ingenuo.
El actual actuar de la fuerza pública bien sea policía, marina o ejército (no olvidemos que no hace mucho una niña indígena fue violada por efectivos del ejército, para recordar solo un hecho mediático), obedece de manera coherente a toda una política de Estado, trazada desde los altos mandos incluyendo al presidente, el máximo comandante.
No significa esto que la orden directa del actuar haya emanado de las personas que ostentan la dignidad, pero sí que esas conductas, en mi concepto enfermizas, responden a una política de atropellamiento de los derechos humanos, de aniquilamiento del pensamiento opuesto y de la miserabilización de la población.
En el gobierno del Ex, por ejemplo, la política que para muchos fue exitosa, de la seguridad democrática trajo consigo una vulneración sistemática de la ciudadanía, que le ha costado billones de pesos al país: “capture y luego investigue”, era la consigna de entonces.
Este tipo de políticas de Estado, (fue política de Estado el aniquilamiento de la UP), trae consigo además del objetivo propuesto, el actuar “descarriado” de “manzanas podridas” de las instituciones que han sido dotadas con patente de corso para realizar su ejercicio.
No es la primera vez, ni la primera época en que el ejercicio del control ciudadano y del orden público se sale de madre, por el contrario, son más los tiempos aciagos que hemos vivido gracias a este proceder de las autoridades que en oposición a su deber ser, siembran terror y desconcierto en la ciudadanía.
Con la intención de calmar los ánimos de una sociedad insatisfecha, desesperanzada y acéfala, pronto publicarán la foto y el nombre de algún chivo expiatorio que será catalogado como la manzana podrida que hace quedar mal a una “institución querida por los colombianos”, pero la realidad es que mientras desde la cabeza del gobierno las directrices sean las mismas, no hablaremos de manzanas podridas, sino de bultos de ellas.