El domingo 15 de noviembre nos levantábamos con la invitación del investigador Ariel Ávila, a ver la entrevista realizada por él y Andrea Aldana, a “Jonnier” tercero al mando de la agrupación de Gentil Duarte, que opera en, quizás hoy, la zona más conflictiva de Colombia, el sur occidente, que comprende los departamentos de Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Huila.
Según alias “Jonnier” el grupo de Gentil Duarte, quien fuera el comandante al mando del frente primero de las FARC, Fuerzas Armadas, que operaba en Guaviare, Guainía y parte del Meta, y miembro del Secretariado del grupo subversivo, no es una disidencia, sino que es la prolongación de la misma guerrilla, pues alias Duarte y su grupo nunca estuvieron de acuerdo con el llamado por Jonnier, mal proceso de paz.
En la entrevista se revelaron cosas que deberían preocupar a todos los colombianos, más a los que estuvimos de acuerdo con el proceso de negociación, pero en general a todo el país, pues los momentos aciagos que se viven en la actualidad podrían tener explicación, no sólo en el afán de un sector de la población de acabar con el acuerdo, sino en lo que sucedió en su momento al interior del grupo guerrillero y la posterior escisión de algunos jefes.
El proceso de negociación de la Habana logró según el entrevistado, lo que no pudo lograr el Estado en cincuenta años de enfrentamiento militar: atomizar al compacto grupo guerrillero, que sorprendió a todos los analistas del conflicto colombiano por su unicidad.
Hoy no hay una sola Fuerza Armadas Revolucionarias, sino y peor, muchas, todas ellas actuando de manera individual y por su lado, lo que hace que enfrentarlas se convierta en un reto mayor para quienes dirijan las políticas de seguridad del Estado.
Alias “Jonnier” dice que su jefe y el grupo en general desconocen la 10ª conferencia de las FARC, en donde se ultimaron los detalles de la participación del grupo guerrillero en los acuerdos, y en ese orden de ideas se declaran no como disidencia sino como prolongación de la guerrilla, que no entiende la búsqueda del poder de manera política sino, y, sobre todo, por la lucha armada.
Al panorama de atomización del grupo guerrillero, se suma el desconocimiento que el Estado ha hecho del Acuerdo de la Habana, que ha llevado a que los excombatientes vuelvan a buscar opciones en los grupos armados que aún existen, entre ellos el de Gentil Duarte.
Como si esto no fuera suficiente, los actuales grupos armados desconocen el partido engendrado en la Habana, fracturado de manera grave con el retorno a las armas de algunos mandos de la guerrilla que habían participado en la negociación y que (en parte gracias a la gestión de Néstor, el preembajador), se retiraron de nuevo al monte a formar la Nueva Marquetalia (segunda Marquetalia).
Oscuro panorama para el país, caldo de cultivo para engordar esos grupos armados, un gobierno que lo único que ha hecho en los dos años de vigencia es intentar acabar la negociación, un grupo exarmado que fue incapaz de agrupar a la totalidad de sus bases bajo un acuerdo que los beneficiara de manera real e incapaz de proteger a los que se acogieron con fe ciega en sus mandos y creyeron en la estabilidad jurídica que enmarcaba la firma del documento.
No se entiende cómo haber desmontado una marca mortal como fue las FARC, en vez de convertirse en oportunidad de progreso, ha sido un empujón a un malestar mayor que el que existía pues contra el anterior por lo menos ya estábamos anestesiados.
El estirón del muerto
Escandalo absurdo el suscitado en redes (¿serán todos los escándalos que se dan allí?), sobre la maléfica presencia de un tótem del diablo en los alumbrados de navidad en la capital de la montaña, pero peor es la actitud ambivalente, del “ambivalente” de hacer caso a ese tipo de “pendejadas”.