Hace dos o tres años comencé a leerla, la suspendí. En ese momento no soportaba la posición política “tibia” (o más bien no posición) del autor, por recomendación de uno de mis grandes amigos, todos ellos lo son, la retomé. Confieso que me emocionó al máximo.
“El olvido que seremos”, es una novela extremadamente conmovedora, narrada de manera majestuosa por el autor que logra trascender la línea de la sensiblería y desarrolla entre muchas otras cosas, un tratado valioso de la relación padre-hijo tan satanizada en nuestra sociedad.
La lectura me ratificó la postura ideológica de Héctor Abad Faciolince, y la triste realidad que ha sufrido nuestro país, a la que nos tiene condenado las familias poderosas que nos han gobernado.
No pretendo hacer una reseña de la novela, solo diré que es indispensable su lectura desde cualquier mirada: la literaria o la histórica.
Sobre lo que quiero hacer énfasis es el carácter social y revolucionario de Héctor Abad, pensaría que nuestra sociedad ha subvalorado los grandes aportes que el doctor Abad hizo y la necesidad de retomar los principios de vida que lo motivaron, sobre todo, en estos tiempos de pandemia y crisis económica.
Al adentrarse a la historia de la muerte del Doctor Abad, narrada desde la perspectiva de su hijo, no queda más remedio que revivir esa época convulsionada de la década de los 80, y se podrá decir sin el más mínimo temor a equivocaciones que Colombia sigue patinando en el mismo pantanero, que como un salón de clases de un colegio público solo ha cambiado la decoración, y de mal gusto, pero el resto todo sigue igual que hace 30 años:
Observaba con detenimiento [el doctor Abad] las causas de muerte más frecuentes, y allí comprobaba las intuiciones sin cifras que tenía tan solo mirando lo que pasaba y oyendo lo que le contaban: en Colombia crecía de nuevo la epidemia cíclica de la violencia que había azotado al país desde tiempos inmemoriales, la misma violencia que había acabado con sus compañeros de bachillerato y que había llevado a la guerra civil a sus abuelos.
Lo más nocivo para la salud de los humanos aquí, no eran ni el hambre ni las diarreas ni la malaria ni los virus ni las bacterias ni el cáncer ni las enfermedades respiratorias o cardiovasculares. El peor agente nocivo, el que más muerte ocasionaba entre los ciudadanos del país, eran los otros seres humanos. Y esta pestilencia, a mediados de los ochenta, tenía la cara típica de la violencia política.
(Abad Faciolince, 2020, p. 240-241)
Parece cuento, pero el doctor Abad denunciaba en su momento el exterminio al que estaba siendo sometido el partido político Unión Patriótica y la muerte de los reinsertados del Ejército Popular de Liberación (EPL).
Ha cambiado la decoración, pero de resto todo sigue igual.
Estribillo:
[…] Parecía un loco, un exaltado, cuenta mi hermana, pues ante casi todos los pacientes se detenía y preguntaba: “¿Qué tiene este niño?”. Y él mismo se contestaba: “Hambre”. Y un poco más adelante: “¿Qué tiene este niño?”.
“Hambre”. “¿Qué tiene este niño? Lo mismo: hambre”. “¿Y este otro? Nada: hambre. ¡Todos estos niños lo único que tienen es hambre, y bastaría un huevo y un vaso de leche diarios para que no estuvieran aquí! Pero ni eso somos capaces de darles: ¡un huevo y un vaso de leche! ¡Ni eso, ni eso! ¡Es el colmo!”
(Abad Faciolince, 2020, p.53-54).