Más de un estratega en comunicaciones se quedó perplejo con el contundente tour que hiciera el exgerente de EPM, Álvaro Guillermo Rendón por los medios de información de mayor cobertura en el país revelando detalles de su salida, luego que el mandatario de la ciudad lo sacara a sombrillazos del cargo.
Las declaraciones del exgerente de las cortinas afectaron la reputación de EPM, y mucho más, la credibilidad del “pinturismo” que orienta su jefe único y natural el alcalde Quintero Calle.
Desde el comienzo de su gobierno, Daniel como un dictador a pequeña escala, se ha preocupado más por llevar la contraria por redes sociales que a pensar en una estrategia sólida, menos improvisada, en la que ganen no sólo los integrantes de su administración, sino también los habitantes de la ciudad, los empleados de EPM y el proyecto energético más importante del país: Hidroituango.
La opinión pública, incluida la plutocracia antioqueña acostumbrada a engullirse desde siempre la rica torta del Estado se encuentra a la expectativa por el nombramiento del próximo y nuevo gerente de la “joya de la corona”.
Ese nombramiento es la oportunidad para que el jefe del “pinturismo clásico” enderece el caminado y empiece a generar confianza la que nunca ha tenido entre los integrantes del establecimiento empresarial, protagonista clave en la revocatoria del gobierno, hoy suspendida por términos procedimentales generados por la pandemia.
Tres son los nombres de las personas que tiene el alcalde en su escritorio para escoger el nuevo gerente de EPM que tendrá que analizar, dilucidar y determinar si continua o no con la demanda billonaria contra los contratistas por la emergencia que se presentó en abril de 2018 en Hidroituango.
Ese tema será clave para determinar el nuevo gerente porque en cierta medida fue el “Florero de Llorente” que llevó al alcalde a descabezar a Rendón debido a sus pasos agigantados con la conciliación propuesta a los constructores del proyecto.
Celeridad es lo que necesita Daniel Quintero en este momento para designar la nueva gerencia de EPM. Pensar en procesos a través de organizaciones caza talentos para darle dosis de meritocracia a la opinión pública es desacertado y lleva tiempo, lo que no tiene el mandatario.
Por el contrario, debe nombrar una persona que genere confianza y no resistencias como la gerenta recién encargada Mónica Ruiz Arbeláez, una muchacha con más de 10 años en la entidad y que se está aliando con empleados y grupos de feministas con el propósito de presionar al gobierno para que la nombren en propiedad.
Ruiz Arbeláez deberá ser como el Papa Benedito XVI, una gerente de transición mientras el “pinturismo clásico”, nunca el “contemporáneo” lleno de oportunistas, afronta la tarea de designar el nuevo gerente para la entidad que transfiere al Municipio los recursos para inversión social.
Lo que trinó el exsecretario general de EPM, David Suárez es más que cierto: “Y dejen de pensar que @EPMestamosahi necesita un prohombre-promujer, un superdotado. Lo que EPM necesita es una persona normal, preparada, decente, con carácter, criterio, que sepa dirigir, coordinar, concertar. Y que apoye y potencie el recurso-talento humano interno”.
EPM, por supuesto, la empresa más importante de servicios públicos domiciliarios no sólo de Colombia sino de Latinoamérica, necesita más que nunca una persona que trabaje en fortalecer la entidad, una persona conocida, que genere confianza, con liderazgo, que una y no divida, porque de lo contrario, Medellín, nuestra ciudad, su ciudad, de no contar con transferencias se convertiría como cualquier ciudad intermedia del país.