Quebrada La Iguaná. Foto: EPM
Las cuencas y quebradas son lugares de encuentro y socialización, pero con su crecimiento, el Valle de Aburrá también les ha dado la espalda. ¿Es posible recuperarlas?
¿Sabe a dónde va el agua que utiliza en su hogar después de que se va por el grifo? Aunque mucha gente todavía piensa que va directamente a las quebradas o al río Medellín, lo cierto es que existe una red de alcantarillado que lleva muchos de estos vertimientos a plantas de tratamiento antes de ser descargados. Sin embargo, es cierto que todavía en el Valle de Aburrá hay barrios completos en los que las aguas residuales se depositan en cuerpos de agua.
Eliana Melina Ochoa es la presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio Nueva Villa La Iguaná. Cuenta que hace unos años, el estado de la quebrada La Iguana, que pasa junto al barrio, era “deplorable”. “Para nadie es un secreto que nuestros alcantarillados depositaban en estas cuencas. En temporadas bajas de lluvias, se creaba una playa en el costado izquierdo, los excrementos quedaban expuestos y los olores eran muy horribles”, cuenta la líder comunitaria.
Desde 2017, EPM interviene el sector a través del proyecto de saneamiento para las cuencas de La Iguaná y La García, que se enmarca en el Plan de Manejo de Vertimientos del Área Metropolitana del Valle de Aburrá. Así lo cuenta Diego Alejandro Guisao, profesional líder del proyecto, quien explica que el principal objetivo es sanear las cuencas conectando los barrios a la red de alcantarillado administrada por EPM y reponiendo, modernizando y optimizando las redes de acueducto y alcantarillado.
Este mismo concepto fue aplicado en un proyecto ya finalizado en cuencas en San Antonio de Prado, Popular, Picacho y Asomadera, en Medellín; así como en las cuencas La García y El Hato, en Bello. Para el caso de La Iguaná-La García, Guisao dice que la intervención va entre un 50 y 60 por ciento de avance y que su ejecución se proyecta para ser terminada en 2023.
Guisao también explica que este es un proyecto que aporta al saneamiento, pero no es suficiente, pues no llega a controlar otros residuos. Al respecto, Eliana cuenta que como comunidad todavía falta mayor conciencia para no depositar residuos sólidos en la quebrada ni en sus riberas. “Muchos somos conscientes, pero otros no lo dimensionan”, dice.
Y es que Medellín y los municipios aledaños son una gran red de cuerpos de agua atravesada por el río Aburrá Medellín. Si existiera la posibilidad de regresar en el tiempo y tomar una foto aérea, el panorama sería el de un valle extenso demarcado por su río y sus quebradas. Con los años, muchas de ellas se convirtieron en referentes de algunas zonas, concentraron actividad social, comercial y comunitaria, pero a otras la ciudad les dio la espalda y, de paso, las convirtió en cloacas.
Eliana Ochoa resalta que no se trata solamente de un asunto estético, sino de la relación de la comunidad con el medio ambiente, que pasa por la salud de los habitantes de las cuencas, pero también por su seguridad. “El proyecto nos mejoró la calidad de vida. No solo eran las aguas negras, los atenores estaban comidos y las filtraciones y humedades eran grandes”, señala. Para el líder del proyecto, ese también es un impacto positivo: el propósito también es prevenir riesgos como las inundaciones, los hundimientos en las vías y, en general, el colapso de la infraestructura.
Las intervenciones de cuencas que viene adelantando EPM se extienden por todo el Valle de Aburrá, que es en sí mismo la gran cuenca del río Medellín. Por eso, proyectos similares se desarrollan en Girardota, Copacabana, Bello, otras zonas de Medellín, Caldas e Itagüí. Guisao señala que “todas las cuencas son importantes” pues, en últimas, sanearlas es contribuir a que el río Medellín también esté más limpio.