La política económica moderna enmarcada en el modelo neoliberal, afianzada en Colombia por el heredero de Luis Carlos Galán, Cesar Gaviria, ha tenido como principio general la privatización de los servicios que por naturaleza debería desempeñar el Estado: las comunicaciones, los servicios públicos y quizás el más complejo y cuestionado, la salud.
Hoy después de décadas de implementación de manera desconsiderada del modelo, el mundo se ha dado cuenta de la importancia de un Estado fuerte política y económicamente, un Estado que sea capaz de sobrellevar crisis como la que actualmente se sufre.
En Colombia, un país donde las finanzas públicas se han puesto de manera sinvergüenza al servicio de algunos particulares, incluso extranjeros, el modelo sigue imponiéndose a rajatabla por todos los mandatarios nacionales, regionales y locales, desconociendo la enseñanza de la pandemia.
Para la muestra un botón: El discurso de nuestro nunca bien ponderado alcalde, Daniel “pinturita” Quintero, es bien contradictorio. Por un lado, ha dado una lucha sin cuartel contra el poderoso Grupo Empresarial Antioqueño, con el ánimo, según él, de recuperar los recursos públicos, puestos al servicio de los particulares, pero, por otra parte, toma medidas de la más rancia estrategia privatizadora.
Corría enero cuando se anunció la nueva estrategia para superar la congestión vehicular que inmoviliza a la ciudad en las horas pico, y en las valle también, la creación de una tarifa por congestión, que no es más que una manera de privatizar las vías, que empezó por un día pero que con absoluta certeza se irá ampliando y terminará convirtiéndose en un nuevo impuesto para los propietarios de vehículos del Valle de Aburrá.
No hemos acabado de digerir la brillante estrategia contra la congestión vehicular, cuando de manera vertiginosa se cita a los estudiantes de los grados 9°, 10° y 11° de los colegios públicos para que, en suntuoso evento, asistan a recibir, en préstamo, un computador portátil que la Alcaldía, la de Quintero, está entregado a esta población.
De nuevo y sin miramientos de a quién, un mandatario coloca los recursos públicos, los que dice Quintero cuidar, al servicio de particulares y de él, porque independientemente de que el contrato de dotación de los equipos sea transparente o no, no tengo razones para pensar en mala fe, esa estrategia es a todas luces populista y vaya uno a saber si su interés final es ayudar a salvarle el cargo.
Adicional a ese fin populista, como lo dije antes la más burda y rancia forma de privatización, medidas de este tipo van en detrimento de la educación pública: un número determinado de computadores entregados de manera individual a estudiantes, dejan de inmediatamente a 10 veces más estudiantes sin acceso a esa herramienta.
También surge la pregunta de si el problema planteado por Quintero de los recursos públicos en manos privadas depende de quien sea el propietario de las manos. Del discurso del alcalde se interpreta que el problema no es que los recursos públicos estén en manos de privados, sino a quien corresponden las manos en las que están esos recursos.
Cosa diferente fuera si los mismos recursos se invirtieran en la adecuación, mantenimiento y dotación de las vetustas salas de cómputo de los colegios públicos, pues se cubriría a un número mayor de estudiantes y se haría algo por la calidad educativa de la ciudad, o si, aprovechando los mostrencos e inservibles parques bibliotecas inventados por Fajardo, se crearan salas públicas de cómputo con acceso a toda una comunidad.
Impera en manos de Quintero, la perpetuidad de un modelo económico que dispone de los recursos de todos para unos cuantos, (reitero, no se debe mirar a quién) y crea un cierto hálito de razón a quienes han dicho que él es puesto, por lo menos, apoyado, por Gaviria Trujillo, y hace pensar en su presencia, yo diría forzada, en el Pacto Histórico, pues el discurso del líder de ese movimiento dista mucho de esas medidas privatizadoras.