Parece ser que hasta la esperanza está prohibida en este país para los que hemos estado por fuera de las esferas de poder.
Tener una Nación libre de odios en que las armas no se utilicen contra los mismos hermanos o un país que deje el deshonroso penúltimo lugar de los más desiguales de nuestro continente es una utopía equiparable solo a la de Francia del 1968.
Intentaron (casi lo logran) acabar el acuerdo de paz con las FARC, lo dejaron en cuidados intensivos y con mentiras totalmente absurdas intentan evitar que por lo menos conozcamos una nueva forma de gobernar, hasta el derecho a soñar nos lo quieren quitar.
E instrumentalizado por esos poderosos está Fico. No quiero imaginarme un documento presidencial firmado por un tal “Fico”, o una cumbre presidencial donde el anunciado presidente de Colombia sea “Fico” Gutiérrez, ya tuvimos a Duque y ahora nos quieren meter a Fico, la muestra más ramplona de esta república bananera.
¿A quién se le ocurre la inmadura idea de que en el tarjetón para la elección de presidente de un país serio aparezca el nombre de un candidato como “Fico”?
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En el virtual universo de una presidencia de Gutiérrez, ahora sí en serio, Colombia tendría realidades complejas:
En primer lugar, una reforma laboral al estilo norteamericano con la diferencia de que mientras los arriba del mapa tienen una economía fuerte y protegen a los suyos, los del medio la tenemos débil y solo importamos para ser exprimidos.
Las reformas laborales solo le han quitado el poco dinero al que podían acceder los trabajadores, recordemos la impuesta por Uribe, el mentor de “Fico”, que acabó con recargos y horas extras y convirtió a los trabajadores en trastes de segunda mano para ser desechados en cualquier momento.
La salud continuará igual o peor, será uno de los negocios más lucrativos para el sistema financiero, que mantendrá sus privilegios y su falta de compromiso con el desarrollo del país.
La reforma pensional indispensable en estos momentos se limitará a dos cosas: aumentar la edad de jubilación para los pocos empleados y trabajadores que tengan estabilidad laboral (que desaparecerá con la reforma laboral), y la cotización de los trabajadores al sistema, que aumentará. No alcanzará cubrimientos mayores por lo que los subsidios miserables con los que mantienen su hegemonía los poderosos se perpetuarán.
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El conflicto se agudizará con lo que de nuevo las goteras del país serán protagonistas de primer orden, no por el bienestar a las comunidades sino por las noticias que les encantan a RCN y Semana de los muertos y masacres.
A pesar de que mi gran amigo llegue al Ministerio de Educación, esa cartera tendrá que sumirse a la agenda del uribismo que pretende acabar la educación pública y, adivinen, dársela al sistema financiero para que siga enriqueciendo sus arcas.
Poco cambiará en el gobierno de cualquiera de los aspirantes, pues el sistema está aceitado de tal manera que es difícil modificarlo en cuatro años, pero que a los de abajo nos dará más duro un eventual gobierno de “Fico” que, de Petro, no queda la menor duda.