A escasas dos semanas de la elección del próximo presidente de Colombia para el periodo 2022-2026, la andanada de ataques del establecimiento contra la campaña del favorito a ganar en primera vuelta, Gustavo Petro, es impensable, y eso que apenas es el comienzo.
Los medios de comunicación, incluso hasta los que más imparciales se había presentado como Caracol Radio y El Espectador, generan todos los días nuevos episodios de ataque contra el candidato del Pacto Histórico, sin haber logrado consolidar ninguno. La W Radio, la de Julito no me cuelgue, ha optado no por atacarlo, sino por dejarlo en el olvido, por no mencionarlo ni para mal.
Las bodegas de redes sociales generan permanentemente información falsa sobre el candidato que rápidamente se vuelven tendencia y como complemento intentan ensalzar a una persona que en campaña ha mostrado su incapacidad para manejar un país.
Los entes de control, cooptados todos por el uribismo, al mejor estilo de Chaves y Maduro en Venezuela, buscan menoscabar la estructura electorera de Petro, jugada que se evidencia en la suspensión de Quintero, que es indiscutiblemente de carácter político-electoral y tomada por un alfil supremamente bien colocado por establecimiento.
Llamado de atención a los estrategas de la campaña del Pacto Histórico, pues toda mala decisión será aprovechada al máximo por la contraparte.
La apuesta está echada, los dueños del poder que históricamente lo han ostentado saben que en juego no está sólo la presidencia de un periodo, sino su permanencia en él, y el posible develamiento de todo lo que han hecho para mantenerlo.
Pero también que está en juego la posibilidad vívida, latente de que Colombia cambie el rumbo hacia una sociedad más democrática donde se vivencie el Estado Social de Derecho de tantas mientas.
Los ataques contra Petro significan mucho más que cortar las alas a un candidato que puntea de lejos en las encuestas y que parece hará historia en el país al ganar la presidencia en primera vuelta, significan castrar una vez más el anhelo de una Nación que quiere un cambio radical en la forma de gobierno y en los nombres que lo han gobernado.
Han intentado enfrascar la actual disputa electoral en un asunto de partidos políticos, pero la verdad es que en juego está la permanencia de apellidos como Fajardo, Uribe, Lleras, Ospina, Valencia, Santos, Pastrana, Betancourt, Gaviria, López, Char, apellidos ellos de las élites que han hecho de Colombia su caja menor, su trono desde donde enriquecer sus arcas.